Dolorido y con puertas abiertas
Negras están mis manos; temblorosas tocan
la indiferencia, se enjabonan en odio.
Desabrida mi boca, saborea injusticias
retorciendo la lengua entre las ruinas,
vaticinando cerca un futuro sabor a muerte.
Sordos estos oídos que se apagan
cansados de escuchar las promesas…
¡Tan falsas!, ¡Tan vacías!, sordos de silencio.
Turbios yacen mis ojos
cegados por la ira y la tristeza,
fatigados de buscar horizontes más limpios…,
deslumbrados sin luz.
Encogida está el alma, plena de
puñaladas certeras, anhelante de todo,…
¡Tan sedienta de vida!.
Derrumbadas mis piernas, perdidas de todos los caminos
débiles, inseguras…
Apagada mi piel por las muertas caricias de unos dedos sin
huella.
Dolorido está el mundo, con las puertas abiertas…,
y sin nadie que entre.