Tarde llegó el lamento
Retirar la mirada y perderla para siempre,
es el juego incesante que arañaba al abismo
donde hallé mi estupidez.
No lamento la lágrima vertida, ya que
ganó valor al derramarse.
No lamento el reencuentro entrecortado, que
demostró voraz un infinito.
No lamento tus ojos ni tus manos
ahora absurdo deshecho de mi abismo.
No lamento momentos respirados, ni palabras
sedientas que engañan al olvido.
Sí, lamento la incomprensión y el egoísmo
que derraman pedazos de mi miedo.
Sí, lamento la inmadurez y la impaciencia
unidas al infortunio del destiempo.
Lamento no llorar al instante merecido
y acumular un gran muro de insatisfacción podrida.
Retirar la mirada y perderme para siempre,
es el juego incesante donde no me asfixia lo estúpido,
sino lo vivido.